“Nadie ha podido conmigo en estos veinte años de música”, proclama. Y sus verdades las va repitiendo entre bachata y bachata: “¿Quién toca así como yo?... ¡nadie! Todavía no hay paso pa’nadie; en veinte años nadie ha podido pasar!”.
En dos décadas realmente es un fenómeno de popularidad y, además de pegar cuanta bachata lanza a la radio, el tiempo lo va convirtiendo en mito viviente.
Un misterio lo envuelve. Sus seguidores lucen entusiasmados como si de un culto se tratara. “Estamos esperando al hombre”, se oye entre tantas voces. El viaje desde la Línea Noroeste -donde vive- hasta la capital, le lleva varias horas con una parada (para comerse unos friticos).
Ya en el escenario, se le ve con un saco de funcionario, una camisa de bachatero y su inseparable guitarra, la misma a la que le saca esos tonos que ningún otro colega puede.
El ambiente
De inmediato su grito de guerra (“hoy se bebe, ¡quiero rabo!”) estremece la sala de fiestas patrimonio musical de Santo Domingo, mientras Antonio Espaillat, el propietario del centro de diversión, sonríe por el lleno logrado.
Con varios merengues da inicio a su fiesta sin fin y que él promete será hasta las 6:00 de la mañana, en compañía de una orquesta de pingüinos del swing (todos vestidos de blanco y negro).
“Corazón duro”, “Vete”, “La jaula de oro”, “Pégame tu vicio”, “Por mi timidez”, “¿Quién te engañó?” y muchas más van extasiando los sentidos, mientras el alcohol corre en las mesas y las mujeres que andaban tan glamurosas lucen deshinibidas. Y los hombres, orgullosos de acompañarlas en una fiesta de tanta devoción como la que solo logra El Mayimbe de la Bachata.
Luz García esperaba impaciente a Anthony Santos. Por momentos se dudaba si realmente iba a conversar con ella para su programa del sábado por Antena Latina, canal 7.
Su sonrisa de tranquilidad se encontró con la del bachatero y sin mucho protocolo se inició un diálogo que duró unos 16 minutos.
El tiempo dio para varios temas. Alegó que no huye de la prensa, pero admitió que no le gusta “estar en el medio”.
Sobre los miedos, no le teme a los grandes eventos o convocar multitudes en estadios, pero “sí, un chin, a los aviones”.
También sostuvo que uno de sus ídolos es el mexicano Marco Antonio Solís.
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